(Agencia FAPESP) El Centro Nacional de Investigación en Energía y Materiales (CNPEM), el Laboratorio Aché y la empresa Phytobios firmaron un convenio con el objeto de identificar sustancias de la biodiversidad brasileña que permitan desarrollar nuevos fármacos para las áreas de oncología y dermocosméticos.
La inversión inicial es de 10 millones de reales. Phytobios realiza las expediciones para la recolección de las muestras biológicas a ser probadas.
El convenio actuará en un viejo problema de la industria farmacéutica: la dificultad de descubrir nuevos principios activos para fármacos. Aunque se lanzan nuevos medicamentos, hay una caída significativa en el número de nuevas estructuras moleculares que pueden ser usadas como medicamentos. Esto limita la innovación en la industria.
“Descubrir nuevas sustancias implica riesgo porque, muchas veces, el retorno financiero del descubrimiento no es recompensado. Por eso, es más interesante para las farmacéuticas migrar a un modelo de innovación abierta, en lugar de crear nuevos departamentos y bibliotecas propias de biodiversidad. Para Phytobios, la asociación, además de impulsar nuestro trabajo, también nos permite diversificar los socios de innovación, en lo que se refiere a la plataforma creada en sociedad con el LNBio [Laboratorio Nacional de Biociencias, que integra el CNPEM], dijo Cristina Ropke, presidente de Phytobios, a la Agencia FAPESP.
Hace tres años, la empresa creó, en sociedad con el CNPEM, una biblioteca química con 1.500 muestras. En una clasificación piloto se encontraron 500 extractos vegetales, que resultaron en 40 hit fractions, es decir, posibles nuevas sustancias bioactivas en extractos vegetales.
Con sólo 10 empleados y enfocado 100% en investigación, Phytobios es el brazo de investigación del Grupo Centroflora, que produce extractos vegetales para la industria farmacéutica. El descubrimiento de nuevas sustancias se dio a partir de expediciones realizadas por el grupo de investigadores de Phytobios en el Bosque Amazónico, Cerrado, Caatinga y Mata Atlántica.
En esas expediciones, el equipo de investigadores hace la recolección de material vegetal para más tarde estudiar las sustancias contenidas en esas plantas. A partir de la recolección, las hojas son secadas y molidas para hacer un extracto bruto, utilizando solvente etanólico.
Para asegurar que haya suficiente material para repeticiones, se ha establecido que cada lote de extracto se base en al menos 5 kilos de droga vegetal (la parte de la planta a utilizar, hoja, flor, fruto, cáscara o raíz). Después de que esta mezcla es filtrada, el alcohol se evapora y lo que queda es el extracto que contiene los metabolitos vegetales para los cuales se busca actividad.
Con esta primera etapa concluida, el material se envía al CNPEM, donde se hará el fraccionamiento. Cada extracto produce nueve fracciones cromatográficas.
“Con eso, es posible reducir la complejidad. Es más fácil saber qué sustancia está interfiriendo, por ejemplo, en una determinada enzima ligada a una enfermedad. Con menor complejidad, hay más posibilidades de encontrar una sustancia activa para ese determinado objetivo que está siendo probado “, dijo Eduardo Pagani, gerente de desarrollo de fármacos del LNBio.
Paralelamente, ocurre la identificación botánica en un herbario. “Las primeras prospecciones son totalmente aleatorias, y las siguientes buscan llenar lagunas. El objetivo es completar las familias botánicas, dentro de un concepto de que la diversidad biológica está relacionada a la diversidad química. Es esa diversidad química que aumenta nuestra oportunidad de identificar nuevos principios activos “, dijo Pagani.