La Academia Nacional de Medicina otorga anualmente el Premio Hipócrates, que es el reconocimiento más prestigioso a un profesional de la salud. El Dr. Miguel A. Schiavone, Rector de la Universidad Católica Argentina, fue quien lo recibió el día viernes pasado, celebrado junto a colegas, familiares y amigos.
A continuación compartimos el discurso del Dr. Schiavone al recibir el premio.
Es para mí un gran honor recibir el Premio Hipócrates 2018. Me siento feliz y enaltecido por este reconocimiento. Quiero agradecer al Dr. Miguel Larguia por haber presentado mi candidatura, a los miembros del jurado por haberla seleccionado, y a la Academia Nacional de Medicina por concederme esta distinción.
Este reconocimiento me llega después de 40 años de profesión, de actividad asistencial en el Hospital Fernández, de mi labor docente en la Universidad de Buenos Aires, en la Universidad del Salvador y en la Universidad Católica Argentina en donde en 2018 fui designado Rector. Quiero manifestar que no tengo otro mérito que haberme esforzado por ejercer la profesión médica con pasión y compromiso hacia mis pacientes; desarrollar mi labor docente con generosidad y entrega hacia mis alumnos y desempeñar mi rol como funcionario en Salud Publica con honestidad material e ideológica. En los tres casos siempre aplicando una necesaria dosis de alegría, optimismo y vocación de servicio.
En estos últimos años he sido agraciado con algunas distinciones que no sé si realmente me correspondían, ciertamente no sé si era merecedor de ellas, pero cuando llegaron las recibí con alegría y satisfacción al saber que el esfuerzo de esos 40 años de trabajo era reconocido. Pero en este caso particular, este premio superó ampliamente mis expectativas, no solo por el prestigio de la Academia Nacional de Medicina que selecciona al galardonado de cada año, no solo por las destacadas personalidades que lo han recibido en años anteriores, sino por el nombre del mismo: “Premio Hipócrates”.
Hipócrates de Cos marcó un hito en la práctica médica que hasta el día de hoy nos interpela y motiva a la reflexión. Corresponde destacar la impronta deontológica que nos llega a partir del famoso “Juramento hipocrático” o sus reflexiones éticas presentes en los tratados “Sobre el arte”, “Aforismos” y en “Sobre el médico”. Sorprende su visión holística del proceso salud enfermedad, identificando ya en el siglo V a.C. determinantes ambientales como en sus escritos sobre “Aires, aguas y lugares” o en el tratado sobre “Epidemias”. También el origen de la historia clínica y el pronóstico son atribuidos al que consideramos hoy como el “Padre de la Medicina”. Para la practica medica actual, recordar y reeditar la figura del médico hipocrático es el reencuentro fecundo con un ideal médico que a través de su Juramento revoluciono la práctica médica y la historia de la humanidad.
Recibir un premio que lleva su nombre honra a cualquier médico. En mi caso, también me inunda una profunda sensación de alegría por haber dado respuesta a las expectativas de aquellos que han confiado en mí, que han gravitado en el desarrollo profesional que pude alcanzar. Alegría que todos ellos también estarán experimentando en este momento, algunos presentes en este auditorio y otros que me acompañan a la distancia por estar alejados geográficamente o por estar habitando la casa del Señor. En todos ellos veo sus expresiones de alegría que me llegan al alma y reconfortan mi espíritu.
Tal como escribe Neruda en su libro “Confieso que he vivido”, en este momento llegan persistentemente a mí mente recuerdos, fotografías de tantos momentos, muchos esfumados al evocarlos, algunos intermitentes y discontinuos; tratando de olvidar aquellos que me dejaron un sabor amargo porque así creo hay que transitar la vida, siempre con alegría, como al conducir un vehículo siempre mirando el horizonte a través del parabrisas y no el espejo retrovisor. Pero no voy a abrir ese álbum en este momento, no solo por el tiempo que me llevaría sino por las emociones que me generaría.
Solo voy a proyectar una foto para que todos la imaginen, un holograma en blanco y negro con Hipócrates debajo de un árbol y un grupo de discípulos a los cuales les entrega generosamente sus saberes. Es el Padre de la Medicina no solo como médico sino como docente, más aun, como maestro. Esa foto es la imagen del maestro que muchos de ustedes y yo tuvimos, ese maestro que admiramos y tratamos de seguir. Son esos docentes que yo encontré en la Cátedra de Salud Pública de la UBA. Es esa imagen la que desearía que se viralizara en todas las redes sociales y que se encarnara en nuestras Universidades, porque si hay algo que perdimos es la figura del maestro. El docente podrá trasmitir saberes, el profesor tal vez los explique y demuestre, pero el maestro… solo el maestro… es el que inspira, es el que lleva al alumno de la mano por los caminos de la ciencia, pero también por los laberintos de la vida. Necesitamos recuperar al maestro que domine la ciencia y la técnica, pero que además posea el arte de la docencia, expresado a través de la vocación, la entrega, el compromiso y los valores superiores que lo deben caracterizar. El buen docente realmente “educa” cuando nutre a sus alumnos con saberes, con valores y en especial con su ejemplo, porque los alumnos como los hijos no obedecen, sino que imitan.
El auge de internet y de la sociedad líquida llevo en 1997 a que Peter Drucker afirmara: “En 30 años los grandes campus universitarios de hoy serán reliquias. Las universidades no sobrevivirán. El cambio es tan grande como cuando apareció el libro impreso”. Bien, ya pasaron 20 años y acá seguimos estando, porque saberes hay en los libros y ahora también en internet, pero la ciencia no sabe de valores, no conoce del bien y del mal, y la técnica aplica esos saberes sin tamizarlos. Por lo que la aplicación del conocimiento debe ser valorada y es el docente que le agrega valor al conocimiento en ese contacto personal y humano.
Por todo esto no tengo más que palabras de agradecimiento a esos maestros que hoy están en el álbum de mis recuerdos; a la Academia Nacional de Medicina que los inmortaliza con cada uno de estos eventos; a mi esposa, hijos y nietos que le dan razón de ser a mi trabajo diario y al Señor por haberme dado la oportunidad de estar hoy con ustedes y compartir estas reflexiones.
Dr. Miguel Ángel Schiavone
Rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina