(OMS)
Según el primer informe mundial de la Organización Mundial de la Salud sobre la septicemia esta afecta de forma desproporcionada a las poblaciones vulnerables: neonatos, embarazadas y personas que viven en entornos de escasos recursos. Aproximadamente el 85% de los casos de septicemia y las muertes conexas ocurren en esos entornos. La septicemia mata a 11 millones de personas cada año, entre ellas muchos niños, y deja discapacitadas a muchos millones más, de acuerdo a los datos recogidos en la publicación.
Las infecciones obstétricas, en particular las complicaciones tras un aborto o las infecciones derivadas de una cesárea, son la tercera causa más frecuente de mortalidad materna. En el ámbito mundial, se estima que por cada 1.000 mujeres que dan a luz, 11 experimentan graves disfunciones orgánicas debidas a una infección o mueren.
La septicemia aparece como respuesta a una infección. Si no se reconoce a tiempo y gestiona con prontitud, puede provocar choque septicémico, insuficiencia multiorgánica y la muerte. Los pacientes críticamente enfermos con una modalidad grave de la COVID-19 y otras enfermedades infecciosas corren un mayor riesgo de evolucionar hacia una septicemia y morir.
La mejora del saneamiento, la calidad y disponibilidad del agua, y las medidas de prevención y control de las infecciones, como una higiene de manos adecuada, pueden prevenir la septicemia y salvar vidas, pero deben ir acompañadas de un diagnóstico temprano, atención clínica adecuada y acceso a vacunas y medicamentos seguros y asequibles. Estas intervenciones podrían prevenir hasta un 84% de las muertes neonatales debidas a la septicemia.