Más de 1000 científicos, expertos legales y de salud pública, junto a líderes comunitarios, se unieron al llamado a los líderes mundiales en un petitorio firmado para exigir la equidad de las vacunas, para todo el mundo y no solamente para un puñado de países.
Esta convocatoria fue iniciada en la Conferencia sobre Retrovirus e Infecciones Oportunistas (CROI), poco más de un año después de la declaración de la pandemia. A más de 130 millones de casos y 2,5 millones de muertes en todo el mundo, los especialistas consideran que se podría aliviar la presión sobre las comunidades, sistemas de salud y economías al priorizar la inmunidad verdaderamente mundial para ayudar a controlar la pandemia. En cambio, la inequidad en el acceso global a las vacunas COVID-19 hoy causa muertes innecesarias y prolonga la transmisión pandémica y viral que fomenta variantes que socavan la eficacia de las inoculaciones.
La iniciativa intenta instar a los líderes mundiales para que compartan conocimientos sobre vacunas y amplíen la capacidad mundial para su producción. El objetivo de que las vacunas estén disponibles solo para una pequeña parte de las personas en los países de ingresos bajos y medianos en 2021 es una elección política, no una inevitabilidad. La producción de vacunas en África, Asia y América Latina puede expandirse en unos meses si la tecnología y los conocimientos se comparten más ampliamente, más allá de unos pocos acuerdos limitados.
Para los especialistas, suspender temporalmente la aplicación de la propiedad intelectual sobre las tecnologías COVID-19 durante la pandemia, como se propone en la OMC, no socavará la innovación y la investigación.
Los países de altos ingresos están vacunando a millones de personas por día. Varios, como EEUU, planean poner las vacunas a disposición de toda su población adulta en la primera mitad de este año. Los países que dependen de la gestión COVAX, sin embargo, tendrán vacunas para cubrir solo el 3.3% de su población en ese momento. Para fin de año, COVAX espera proveer para el 20% de su población, quizás hasta el 27% si todo sale según lo planeado. Estos números están muy por debajo de lo que se necesita para el control de una pandemia. Los países de ingresos más altos no aceptarían niveles tan bajos de cobertura de vacunas. Este mismo estándar se aplica a todos los países del mundo. A menos que se vea un cambio significativo, 85 países no tendrán vacunas contra el COVID-19 ampliamente disponibles hasta 2023, calculan los expertos.
Los suministros limitados de vacunas se asignan por riqueza y geografía, no por ciencia, salud pública o necesidad humana. A nivel mundial, está afectando de manera desproporcionada a las comunidades negras y de minorías étnicas. En América Latina, los países con algunas de las tasas de mortalidad más altas del mundo tienen muchas menos dosis que los países con menos necesidad, pero más riqueza. En los países africanos, muchos hospitales abrumados por COVID-19 no tienen vacunas para administrar a los trabajadores de la salud. Varias naciones asiáticas con altas tasas coronavirus y grandes poblaciones pueden acceder a dosis solo para una pequeña parte de su población. En todas estas regiones existe una notable capacidad humana y técnica, que podríamos desencadenar con la transferencia de tecnología.
Hace 20 años, científicos y expertos en salud pública pidieron a los líderes mundiales en la Declaración de Durban que aceptaran la ciencia del tratamiento del VIH y compartieran medicamentos eficaces con quienes los necesitaban. Millones murieron por la lentitud de la respuesta. “No debería repetirse ese retraso -explica Ingrid T. Katz, líder principal de una investigación a cargo de un grupo de profesionales del Brigham and Women’s Hospital-. La experiencia pasada debería ayudar a eliminar la escasez artificial haciendo que el trabajo de los científicos y desarrolladores de vacunas, en gran parte financiado directa o indirectamente con fondos públicos, esté abierto a todos los países”.